La productividad como motor de crecimiento

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Un estudio del Mckinsey Global Institute revela que, con el pasar de los años, Latinoamérica se vuelve cada vez más pobre respecto al resto del mundo. Y con las economías más importantes como las de México y Brasil en un profundo estancamiento y las más frágiles como la de Argentina y Venezuela sin tocar fondo, la región no muestra señales de respuesta.

 

América Latina ha crecido solo el 2.8% anual del año 2000 al 2016, comparado con el 4.8% de otras 56 economías emergentes (excluyendo a China), aún con la ola del boom de los precios de commodities a favor.

 

Peor aún: nuestros países no han capitalizado la etapa de crecimiento constante y de acceso a crédito barato en todo el mundo, y ahora enfrentan escenarios mucho más inciertos con la potencial desaceleración económica en Estados Unidos, Europa y Asia.

 

Ante esto, ¿qué podemos hacer?

 

Según Mckinsey, la clave está en aumentar la productividad: el 72% del crecimiento económico de los últimos años fue resultado de la expansión de la fuerza laboral, aunque la productividad fue tan solo un cuarto comparado contra otros mercados emergentes.

 

Para centrarnos en nuestro país —uno de los que más horas laborales acumula al año en todo el mundo—, la implicación es que el mexicano trabaja mucho y produce poco.

 

La productividad mide la eficiencia de un proceso de producción de una compañía y se obtiene dividiendo los resultados (o salidas) por los inputs (o entradas) del proceso. Las entradas comunes son el talento aplicado, el capital y la materia prima, mientras que las salidas se miden en ventas, con la cantidad de servicios o productos ofertados.

 

Con estas consideraciones, exploremos algunas medidas para aumentar la productividad tanto a nivel individual como a nivel país.

 

– Eliminación de trabas gubernamentales. El emprendimiento fluye mejor cuando tiene vía libre. Eliminar las regulaciones excesivas, incentivar la formalización de la economía y tomar medidas para fomentar la competencia y la inversión extranjera generarían un entorno mucho más fértil para la productividad en el país.

 

– Foco en las ventajas competitivas. En México tenemos lugares paradisíacos y un tipo de cambio favorable, por lo que es buena idea centrarse en el turismo; si por el clima y la tierra se dan las fresas y los aguacates, lo mejor es concentrarse en ellos que en otros commodities; Monterrey se ha vuelto un clúster de diseño gráfico a nivel mundial, por el talento y la escuela que se ha formado ahí con los años, por lo que sería buena opción ampliar el mercado y reclutar aún más personal especializado. Dado que aspectos como estos facilitan la producción, nos invitan a cuestionarnos: ¿en qué somos buenos?, ¿cómo apalancarnos del entorno?, ¿qué nos diferencia a la hora de explorar nuevos mercados?

 

– Obsesión con el cliente. En su libro El poder de la productividad, William Lewis —fundador, por cierto, del Mckinsey Global Institute— establece el consumo como uno de los puntos más importantes de la productividad. Esto nos deja la siguiente lección: escuchar y servir. Entre más entendamos a nuestros consumidores, más los complaceremos con soluciones a su medida y más nos haremos especialistas en producir para ellos. Dado que además los mercados se vuelven cada vez más específicos, conviene seleccionar nuestros nichos, comprenderlos a profundidad y atacarlos con precisión de rayo láser.

 

– Innovación, tecnología y cultura organizacional. En los estudios del ya citado instituto también se devela algo inesperado: el mexicano que emigra es tres veces más productivo en Estados Unidos que en su país de origen. ¿Qué sucede? El humano es un ser contextual, así que una organización con instalaciones e incentivos que le faciliten la vida al talento y a la mano de obra obtendrá inevitablemente un impacto positivo en sus salidas. Un empresario que quiera ser exitoso debe alinear todo su negocio hacia cómo descomplicar procesos, ahorrar tiempo, y capacitar y recompensar a sus colaboradores.

 

Conscientes de que lo anterior ha sido complicado porque, entre otras cosas, conlleva una fuerte inversión de tiempo y dinero en educación, investigación y recursos, lo cierto es que es la única manera de romper el ciclo de nulo crecimiento en el que nos encontramos en México y el resto de los países latinoamericanos. Como empresarios, apostar por esto cuesta, pero cuesta más quedarnos cruzados de brazos en nuestra zona (improductiva) de confort.

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